Inconexiones - Dolor

 Salir a buscar 

esperanza, calma o sosiego en un atardecer calmo de mi barrio fue

la peor pelea en mucho tiempo. 

 

Ver un perro retozar sobre la diarrea todavía tibia 

de un yonki que sigue pidiendo una moneda

para el café. 


apoyarme contra una reja

y ver boqueando

a un policía nacional que estaba corriendo a

dos niñas menores de edad

para intentar registrarlas, como si no hubiera visto que

son gitanas y ya tienen fecha de casamiento con tipos más viejos que él. 


Apurar el paso cuando el clan gitano sí lo vio abusar de su autoridad es una pena, pero mi integridad física me preocupa más que cualquier crimen. 


Ver el sol arrebolado y su puto calor de mayo insurgente golpear contra 

las casitas bajas donde cortan la cocaína con analgésicos caducos y leche en polvo que sus propios Bastardos no van a chupar. 


Entre las bolsas de basura negra, acuosa y podrida, escuchar un chillido y algo que salpica

luego ver las alas blancas de un paloma, queriendo escapar a la carretera  

porque prefiere ser aplastada por un coche

que descuartizada en vida por ratas. 


Vuelvo a casa, dando tumbos y tolerando el vómito, sabiendo que si consigo dormir un rato mañana frente al juez podré mentir mejor y cumplir el papel que necesita,

de arrepentido y sosegado, respetuoso de la ley y jurando que nunca voy a volver a gritarle puta policía a un puto policía que le pega a su caballo. 


No lo consigo. 


Se abre el ascensor y baja la muchacha del primer piso, la que cuida a la mujer que decía, hasta hace unos meses, que Franco y 

Primo de Rivera 

fueron la última esperanza de España. 

Ahora le faltan las dos piernas, de rodillas para abajo... 


La muchacha me mira, entre avergonzada y violenta... yo como si nada malo estuviera pasando en toda la escena saludo, 

la esquivo y me encierro en el ascensor. 

El olor a pis todavía no es tan fuerte, 

pero ya en la quinta planta peores son

las fragancias a gasa y crema cicatrizante 

vendas y heces, mezcladas con espurios gargajos y analgésicos de cáncer... 


Todo eso me ahoga durante los treinta segundos que restan hasta que la puerta del ascensor se abre... 


Busco mis llaves y siento que si fui capaz de tolerar ese breve paseo entre tanta crueldad... no tiene sentido pensar que necesito esperanza para seguir adelante. 


Necesito cervezas, ganas... y no pensar que la vida está en otro sitio que no sea yo mismo


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