Los odios a las gentes prolijas - Poema de Sebas Abdala
Es irónico (¿acaso no todo lo es?)
me siento solo en un bar
simplemente a leer mi espíritu y
los sonidos de las ausencias
ando un poco roto... tanto que
ni siquiera puedo juntar alguna
mala antología que le interese
a otra editorial pedorra
Es irónico (como que yo viva en España)
me siento solo y dejo una silla vacía frente a mí
así confronto los fantasmas y
los miedos que
día tras día
desafío para sentirme
un hombre de 40 años
con sus recuerdos y sus
terrores nocturnos
bien presentes
bien anclados
es irónico (¿es ella feliz porque está conmigo?
¿es feliz conmigo porque es ella?)
pero cuando me pido una cerveza
y cuando me creo perdedor por abandono frente
a mis fantasmas
se sientan a mi lado (cuando hay diez mesas vacías en el local)
un viejo de unos 70 años
y su hijo de... tal vez mi edad...
(aunque yo luzco mejor, mucho menos prolijo, pero mejor)
y piden descafeinado con leche desnatada y sacarina...
entonces recuerdo a mi viejo...
y lo poco que nos dimos... de él tengo
un par de consejos
y un andar desalineado que traen los genes...
esta gente pide su cuenta... el hijo deja pagar al padre...
es un gesto, una idea, que nunca tuvimos con
mi viejo
Están muy bien los consejos que él me dejó.
me hacen
escribir y vivir
lo mejor que puedo
sin tanto complejo
él tenía miedo de todo
y
todo
se hizo realidad...
Yo no le tengo miedo a nada
salvo a encontrarme en el espejo
una imagen que se le parezca
me den ganas de invitarle a una cerveza
y me ponga a enjugar las lágrimas
intentando no olvidar
cuánto odiaba a la gente prolija,
a la sacarina, la comida sin sal,
los descafeinados... y las charlas
sin sentido...
Me levanto y
en un descuido (esto es irónico)
piso ambos pies de
el padre pagador
y el hijo descafeinado
sonrío, me disculpo
ellos me miran con esa mezcla de
desprecio y temor social
y mueven la cabeza en gesto
afirmativo y vacío...
me siento un par de mesas más allá
con otra silla vacía por delante
y sigo recordando, en tranquilidad,
las cosas que decía mi viejo
las pocas veces que
estuvimos solos y
hablamos...
me siento solo en un bar
simplemente a leer mi espíritu y
los sonidos de las ausencias
ando un poco roto... tanto que
ni siquiera puedo juntar alguna
mala antología que le interese
a otra editorial pedorra
Es irónico (como que yo viva en España)
me siento solo y dejo una silla vacía frente a mí
así confronto los fantasmas y
los miedos que
día tras día
desafío para sentirme
un hombre de 40 años
con sus recuerdos y sus
terrores nocturnos
bien presentes
bien anclados
es irónico (¿es ella feliz porque está conmigo?
¿es feliz conmigo porque es ella?)
pero cuando me pido una cerveza
y cuando me creo perdedor por abandono frente
a mis fantasmas
se sientan a mi lado (cuando hay diez mesas vacías en el local)
un viejo de unos 70 años
y su hijo de... tal vez mi edad...
(aunque yo luzco mejor, mucho menos prolijo, pero mejor)
y piden descafeinado con leche desnatada y sacarina...
entonces recuerdo a mi viejo...
y lo poco que nos dimos... de él tengo
un par de consejos
y un andar desalineado que traen los genes...
esta gente pide su cuenta... el hijo deja pagar al padre...
es un gesto, una idea, que nunca tuvimos con
mi viejo
Están muy bien los consejos que él me dejó.
me hacen
escribir y vivir
lo mejor que puedo
sin tanto complejo
él tenía miedo de todo
y
todo
se hizo realidad...
Yo no le tengo miedo a nada
salvo a encontrarme en el espejo
una imagen que se le parezca
me den ganas de invitarle a una cerveza
y me ponga a enjugar las lágrimas
intentando no olvidar
cuánto odiaba a la gente prolija,
a la sacarina, la comida sin sal,
los descafeinados... y las charlas
sin sentido...
Me levanto y
en un descuido (esto es irónico)
piso ambos pies de
el padre pagador
y el hijo descafeinado
sonrío, me disculpo
ellos me miran con esa mezcla de
desprecio y temor social
y mueven la cabeza en gesto
afirmativo y vacío...
me siento un par de mesas más allá
con otra silla vacía por delante
y sigo recordando, en tranquilidad,
las cosas que decía mi viejo
las pocas veces que
estuvimos solos y
hablamos...
Bueno. Yo soy un viejo con un hijo de 47. No nos sentamos en un bar, ni tomamos café descafeinado, ni con sacarina. Porque nunca nos vemos solos a tomar un café. Estaaaa Puta gigantesca ciudad no nos concede esa trascendental media hora u hora y media para decirnos las cosas que nos tengamos que decir. Pedirnos perdón, hacernos confesiones, e fin,,vivir mejor..
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura y por tu comentario... quería decirte, si me permitís, que intentaras reunirte con tu hijo, inventar tiempo, casi obligarlo... te lo digo como un favor a él, quien, seguro, el día de mañana, lo agradecerá... además, por tu modo de expresarte, no creo que seas viejo... sabio, seguro, viejo, no lo creo... un saludo, Sebas
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