Una entrevista a Enrique Medina, prolífico y brutal escritor argentino.

Quisiera contarles lo importante que es para mí esta entrevista, contarles que es uno de los ídolos de mi adolescencia. De esos que vas correteando por librerías de Buenos Aires preguntando en cuanta tienda de usado encontrás si tienen algún libro de este hombre. Entonces el librero te mira con sonrisa irónica, adivinando que, el pibe que le está pidiendo casi con desesperación "El Duke", está pasando por una revelación literaria en la vida. Entonces, uno, en cuanto comienza a perfilarse como escritor, se da cuenta de quiénes han estado ahí, en las tardes donde la Sudestada no te deja hacer otra cosa que leer y escribir.

En mi caso —y en el de varios colegas, se los garanto— Enrique Medina ha sido un pilar fundamental en el modo de encarar y buscar un estilo, sin perder la crudeza que mi barrio me ha enseñado desde chico en los charcos alrededor del Astillero ASTARSA. O la mirada sobre lo real, que una generación diezmada y desaparecida nos ha imbuido, y la letra poética que también azuza en el ritmo de lo narrado.
Con una vida digna de admiración, prolífica en varios campos artísticos, les dejo una entrevista a un tipo duro, con una humildad que lo ha marcado y de la cual hace gala todavía. Un hombre que es referente moral y literario, prohibido en un país castigado sin cesar, donde se ha hecho un mito para los que venimos detrás (aunque él lo niegue). Autor de libros de lectura obligada en la historia argentina (extrapolables a cualquier país latinoamericano) como "Las Tumbas" (1972), "El Duke" (1976) y "Gatica" (1991) entre varias obras más, nos cuenta también acerca de su próximo libro, y nos deja un mensaje claro acerca de la actualidad social y cultural en Argentina.

Sin más, miles de gracias al escritor Enrique Medina.

Maculat —¿Qué lleva a Enrique Medina en una Argentina (década de los 70) de plomo y cruel a salir con un estilo a tono con la realidad y, sobre todo, cruelmente basada en LA realidad? Sobre todo sabiendo que al dar ese puñetazo sobre la mesa iban a ir a por usted.

Enrique Medina —No creo que sea para tanto. Había fracasado en pintura, en teatro, en cine, y encima no tenía ni un centavo. Así que me decidí por la literatura ya que estaba bien preparado para ello. Creo que leí todo, al menos los formadores, empezando por Eduardo Gutiérrez, etc. Sabía que había que sacudir el ambiente con un primer libro. Ya tenía muchas cosas escritas para teatro y cine, muchos relatos. El último capítulo de Strip-Tease (1976) lo escribí a los 16 años cuando estudiaba en Bellas Artes. Lo que yo debía hacer era ordenarme. Me dí cuenta de que ese desorden reclamaba un origen, un principio que hilara los textos y los personajes. Entonces fui a los apuntes sobre Las Tumbas. Yo pensaba hacer un ensayo. Y lo que había escrito como tal, me desalentó, en cambio los pequeños relatos escritos a la disparada, que eran sólo recuerdos para dicho ensayo, me parecieron más creíbles. Me di cuenta de que manejaba mejor el relato que lo presuntamente serio del ensayo. Entonces me fui a Montevideo y mientras trabajaba de marionetista, me puse a escribir, ya jugado, Las tumbas. A la mañana escribía apuntes marginales sobre ese tiempo político tan tremendo; de ahí salió a los empujones "Sólo Ángeles". Vivíamos en los camarines porque no teníamos para pagar hotel. Y la mala alimentación empezó a dejarme pelado. Contaba con la ventaja de tener una historia totalmente desconocida en la literatura nacional. Y si a eso le agregaba un lenguaje desprejuiciado, podía tener suerte. Mucho más si la narración provenía de uno de los protagonistas. Yo sabía, lo tenía muy claro, que debía hacer mi literatura con los desechos del lenguaje que la ortodoxia académica imponía. El libro tuvo suerte porque dio con la época justa. Lanusse era presidente y había libertad de expresión a pesar de lo que se pudiera pensar. La novela se prohibió en el 76.

Maculat —El Duke ha sido una obra visionaria de lo que, años después, se supo era un accionar no solamente de la mafia, si no también del Estado... ¿Cómo la ha pasado usted en esos tiempos? ¿Y sus editores?

Enrique Medina —Ninguna editorial se animó con El Duke. Entonces mi amigo Manuel Quiñoy con el que siempre pensamos en fundar una pequeña editora, nos animamos. Era 1976, meses antes del golpe de Estado. Saqué al mismo tiempo, "Strip-Tease", "Pelusa, rumbo al sol" (teatro infantil) y el susodicho "El Duke". Se prohibió todo. Los libreros ni el libro de teatro infantil aceptaron. Decían que como quien estaba prohibido era el autor y no determinados libros,no querían tener nada mío por temor a las multas municipales y el cierre de la librería. Los inspectores municipales (estudiantes de derecho) se ganaban unos pesos coimeando a los libreros para no cerrarles el negocio todo el fin de semana, que eran los días de mayor venta. Fue una época muy dura. No tengo lindos recuerdos. De todas maneras en forma clandestina, los libros pasaban de mano en mano.

"Esta novela corta y brutal no cayó bien a las autoridades gubernamentales cuando se publicó en 1976. Enrique Medina es un enemigo del Estado patriarcal, un escritor que ha respondido a las contradicciones argentinas con un estilo de realismo proletario y aun vernáculo; ve a El Duke como a una víctima de las fuerzas que están más allá de su control, un hombre brutalizado, demasiado estúpido o demasiado leal para darse cuenta de su compromiso. Enrique Medina ha leído a Bukowski, Burroughs, Céline, con atención; escribe con la misma violencia que los problemas que trata.
THE TIMES LITERARY SUPPLEMENT, Londres, 1985"

Maculat —Ahora, entrando en el estilo de la novela, si bien es una narrativa cruda y directa, no pierde esa cuestión de cierta poética en las descripciones y en el modo de transmitir sentimientos. ¿Cómo es la construcción de intentar transmitir esta historia, como la relación del personaje con la “ratita” para mostrar un lado humano de algo tan pesado?

Enrique Medina —La novela está estructurada como el film de Welles, El Ciudadano. Se supone una investigación sobre el personaje. En el film Welles evita mostrar al periodista, salvo algunos planos lejanos. Yo decidí quitarlo totalmente. Cada capítulo es una respuesta a nadie, salvo cuando se sugiere. Pero es una novela ortodoxa. Quienes lo conocieron, los otros personajes, tienen sus opiniones. Y él mismo cuenta sólo una parte de su historia, la buena. Y se la cuenta a una rata mientras está en el aguantadero de una villa miseria (Ndr: argot que refiere a un sitio oculto de la policía en un barrio bajo). Sí, creo que la rata es un símbolo de ese tiempo. Creo que el paquetito está bien envuelto. Incluso con cintitas que vendría a ser el pibe que lo había visto boxear cuando El Duke estaba en su esplendor, y el pibe ya grande trabajando de bombero descubriéndolo carbonizado. Es lo que se llama: "una novela para armar"...

Maculat —En Perros de la Noche, por ejemplo, la relación de dos "cachorros" abandonados a su suerte, mayormente mala, y una relación entre perversa y de simbiosis ¿Dónde crea Enrique Medina a estos personajes?

Enrique Medina —Yo siempre fui influenciado por el tiempo político. Perros responde a eso. Una novela negra en un tiempo negro. Pero me salió mal. Cuando hace poco la releí con Alejandra Tenaglia, ella me instó a salvarla con una nueva escritura. Ahora sí estoy tranquilo con la edición que sacamos hace poco. Yo había querido que el narrador estuviera involucrado en la historia y la pifié. Ahora le podé esa molesta rebaba y la novela se puede leer. Teo Kofman hizo una muy buena película. Y la misma película me ayudó para hacer la reescritura. La novela salió en el 78 y enseguida se prohibió. Se filmó en el 86. Como estábamos en plena democracia, Teo me pidió que cambiáramos el final, que Mingo no muriera. Así la historia tenía aire y no sofocaba tanto.


(N.d.r.: Ahora hay un cambio de tercio en la entrevista, donde me acerco al profundo conocimiento que maneja Enrique Medina de la idiosincracia Argentina que se divide con sus ídolos, así como con sus gobiernos. Yo todavía recuerdo a mi padre, como muchos otros, cuando había que presentar sus creencias, gritando: "Soy hincha de Ford, de Boca, de Pugliese, de Gatica y peronista" dejando claro que sus filiaciones y gustos deportivos eran una declaración de principios. Hablamos de un boxeador mítico en la historia de Argentina, quien ha sido homenajeado y criticado por un número importante de artistas, incluso cuenta con una película de su vida, dirigida por Leonardo Favio. Pero este trabajo de Enrique Medina lo deja mejor parado, mostrando una humanidad rota, por el poder y la  bebida, con unos pasajes tan intensos donde se conjuga historia y una pluma recia y certera)

Maculat —Gatica... ¿Cuántos años ha trabajado en ese libro? ¿Cuánto hay del Medina admirador y fanático y cuánto del investigador? 

Enrique Medina —En realidad yo iba a escribir la vida de Justo Suárez. Una tarde tomando un café con Cortázar en París le hablé de su "Torito" (Cuento de Julio Cortázar incluído en Final del juego, 1956) y él me sugirió la novela. A él le había gustado mi "Transparente" (1974), o sea que casi como agradecimiento quise cumplir. Pero la editorial pensó que la gente ya no se acordaba de Suárez, y sugirieron Gatica. Yo mismo me di cuenta de que para mí era mejor porque lo había visto pelear y lo había visto "de gancho" en la vidriera del restorán de Prada, y hasta caminar con dificultad debido a problemas en su rodilla por la pelea con Karadagián. Además era más contemporáneo. Aún tengo ganas de escribir sobre Justo Suárez. Sí fui a los archivos de Atlántida, Clarín y Nación, para Gatica. Me gusta el monólogo. Me llevó unos tres años escribirla.


Maculat —Se le hizo más fácil narrarla así, o en algún momento se dijo ¿Por qué me metí en esto?

Enrique Medina —No, para nada. Yo vengo del ambiente. La novela se la dedico a mi padre que era boxeador y al que no llegué a conocer. Mientras la escribía pensaba en mi padre, eso me alentaba. Sí pensé "¿para qué me meto en esto" cuando escribí "Las muecas del Miedo" (1981). Salió aún estando en dictadura. El editor sabía que la prohibirían, pero hizo cálculos económicos, y pensó que, como la prohibición salía en el boletín oficial a los 15 días, si en ese lapso vendía la mitad de la edición salvaba la inversión. Todo fue bien. Se la consideró "venta restringida y exhibición limitada", pero no se prohibió.

Maculat —Siempre cierro las entrevistas preguntando quién es, según él, el entrevistado, pero en su caso, Maestro, me gustaría pedirle algún consejo para los escritores que siguen nuestro blog...

Enrique Medina —Más bien soy yo quien necesita consejos. Toda mi vida los necesité y nunca los tuve, y así es como he metido la pata más de una vez. Pero para no dejarle la pregunta colgada, permítanme sugerir mucha lectura. De la clásica. Hoy hay muchos escritores de "generación espontánea", que desconsideran a los grandes maestros y actúan como si la literatura empezara con ellos. Proust, Céline, Violette Leduc, Dostoievski, Shakespeare, Hemingway, Baroja, Balzac, Victor Hugo, Stendahl, Lugones, Martínez Estrada, Marechal, Borges, por nombrar algunos. Enseñan mientras uno disfruta de su lectura. Al menos es lo que me pasó a mí.

Maculat —¿En qué proyectos se encuentra trabajando actualmente?

Enrique Medina —A fin de año publico un libro de relatos homenajeando a parte de los grandes escritores que influyeron en mí. Y en esta etapa final me siento muy conforme con mis últimas tres novelas que son las que más me gustan de lo que he hecho, y son "La Yegua" (2013), "Los Hámsteres" (2015) y "El jardín de Anís" (2012). Éstas fueron escritas sin apuro, en calma; en cambio toda mi primera etapa fue realizada a los apurones, y esto me ha llevado a equivocarme feo. Novelas como "Sólo Ángeles" (1973) y "La espera infinita" (2001), y algunos relatos me parecen detestables.

Maculat —¿A quiénes homenajea? Hago la pregunta teniendo en cuenta que usted ha influido en muchos escritores actuales que siempre lo nombramos como referente y precursor de lo que usted ha dicho es trabajar, a veces, “...con los desechos del lenguaje que la ortodoxia académica imponía.

Enrique Medina —El libro se titula CABALGANDO VAN y es un tomo que será seguido el año que viene con otro de igual temática. Son relatos amables donde ubico a los escritores de otros tiempos rebuscándoselas en la situación actual, como trámites bancarios, trámites de sobrevivencia, computadoras, etc... Repito es un libro amable. Es mi reconocimiento a quienes me instaron a ser escritor. Lo edita Galerna, editorial que me edita desde hace años a pesar de que ha cambiado muchas veces de dueños.
Cuando hablo de los desechos del lenguaje, no digo que la ortodoxia académica LO IMPONGA. Quiero decir (para aclarar y no oscurecer) que determinados términos y temas estaban considerados como "automáticamente" prohibidos de usar porque su uso suponía la degradación del lenguaje y el rigor "literario". Esto es muy difícil de creer hoy en día, pero fue así. Y esto yo lo considero como un valor de ruptura en la literatura de entonces. No sólo lo digo yo sino en general lo dijo la crítica de entonces. Hasta ese momento no existía una literatura libre de ataduras.

Maculat —Es complejo, en este rol de entrevistador, escucharlo decir “en esta última etapa” como anunciando un retiro, sobre todo por que se lo nota con una lucidez que otros no han tenido y los han puesto melosos en su narrativa en “esta última etapa”... Pero a usted lo veo con la misma garra que lo ha llevado a poner en las librerías textos narrando lo que ocurría con los que venimos de las clases más bajas, tanto en dictadura como en democracia. ¿Cómo ve la situación actual Argentina a nivel social y cultural, comparado con los años de Las tumbas, Strp-tease y etcétera?

Enrique Medina —Gracias por considerarme lúcido. Es un halago de su parte. No creo que sea así visto y considerando mi presente. Pero olvidemos esta controversia que no lleva a nada. No hace mejor o peor a un escritor. Ni hablar de Salgari, o Balzac. Ni de muchos otros. En cuanto a la situación actual, que usted me pregunta; sólo puedo responderle con una subjetividad sincera que se apoya en los hechos reales. Literariamente hay muchos nuevos valores que no dejan de enriquecer nuestra literatura que, creo, sigue siendo de las más importantes en habla española. En cuanto a lo social, si ello implica un parecer político de hoy, podría decirle que el país ya no existe. Nací en uno, único. Moriré en un pedazo de tierra habitada por apátridas y apóstatas, corruptos, cínicos, entregadores, que además son pelotudos, sin querer ofender a mis compatriotas, que hace mucho tiempo dejaron de serlo. De ello tratan mis tres últimas novelas. Y si Dios me da vida, espero terminar la que tengo entremanos que trata sobre la desaparición de la Argentina.


Texto por Sebastián Abdala.

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