Un día con muchas bestias... OseZno en concierto y una reflexión

El mito del rock es insuperable.
Cada persona que lo viva, que lo siga, que lo instruya a terceros, tiene una noción particular de lo que vive, de lo que ha vivido. Inevitablemente eso llega, sin adulterar, a la percepción del entorno y las circunstancias. Vale, me explico: Uno ha ido arrastrado por hipérboles de amigos a diferentes conciertos donde, los que se presentaban, no eran muy conocidos, o prácticamente desconocidos. Allí vas escuchando y viendo y sintiendo el trabajo interno de cada integrante sobre el escenario.Vas percibiendo la calidad, por qué no, en solitario y en conjunto de cada uno de los que se presentan ante un puñado de personas. De esos momentos he vivido muchos en la Argentina de los 90 tempranos. Muchas bandas que hoy son de sobra conocidas y llenan estadios. Atesoro esos recuerdos como algo superlativo en mi vida... Así como atesoro el último finde del mes de abril de 2018, cuando pude ver con casi 60 personas a la agrupación OseZno... un rejunte de caracteres disociados del tiempo, sin barreras entre sí, que tiene muy definido, no solamente su sonido, si no además, su estilo...

Nos subimos a la furgoneta con la misma ilusión extraña de siempre... iba tirando garabatos, delineando poemas y artículos relacionados con los cambios de los tiempos, con las modificaciones en la sociedad... claro, uno lleva 42 años sobre la Tierra y, muchas veces, uno se pregunta qué demonios estás haciendo con tu vida. Las respuestas, por otra parte, suelen ser más desalentadoras según la cantidad de cervezas que lleves encima: a mayor cantidad más animado y místico me pongo y me siento a escribir.
Llegamos a este maravilloso lugar tan fuera de todo orden social y establecido que, en cuanto me puse a beber un botellín al sol, sentí miles de dragones salvajes que comenzaban a correr sin desasosiego alguno por las balaustradas de una pista de patinaje. Sí, así como te lo cuento, en pleno Écija hay un sitio llamado La Granja Indoor Park con un escenario que aguanta lo que le tiren, una pequeña barra que contiene bebidas y detrás una enorme pista para patinar... cosas maravillosas a las que todavía el sistema no ha llegado a corromper.

Durante la prueba de sonido se acercaron, casualmente, una panda de niños con un tío ebrio que al escuchar los truenos que comenzarían a salir de esa ingente construcción de madera, alentaba a los pequeños a aprender lo que era música de verdad mientras se zampaba un cubata tras otro (ah, mi tío Gordo, dios te guarde donde quiera que estés)
La tarde siguió pasando sin mayores eventualidades, la gente se acercaba, el cartel del bolo era brutal y llamaba mucho la atención... de nuevo ahí, a un paso de verme la cara reflejada en un proyecto, ahí con la gente de Producciones Speakon, acarreando cables y haciendo algo que te hace sentir bien, lleno, que deja el vacío tirado a un costado.

El bolo comenzó.

OseZno tiene algo muy particular, basado en el trabajo, en el descaro, en la claridad de una decisión de vida, y eso se nota en cada acorde, en cada canción con la que vienen empapelando toda la geografía de España. Más de 50 bolos a espaldas, con un trabajo lleno de contundencia, de empuje y de letras que se hacen carne. La gente el "ambiente" ya los conoce, saben sus nombres, saben que son la banda con mejor proyección de esta última temporada que está girando con un disco que ni siquiera tiene un año. Un concierto que recorre un centenar de acordes, que hace sacudir la cabeza y saltar a cuanta persona se cruce en su camino. Te puedo referenciar ahora mismo a unos niños de 10 años que estaban hipnotizados con la furia que los envolvía frente al escenario, como si hubieran descubierto algo que era peligroso, que les habían estado ocultando. También un sesentón con aires de haberse curtido a toda la escena del rock español, de haber gritado en el mismísimo debut de Silvio (por ejemplo), saltando, según sus propias palabras, diciendo que era la mejor banda que había pisado Écija en muchísimo tiempo... ¿o utilizó la expresión jamás? No lo sé, no hay diferencia.
El bolo está lleno de momentos donde parece que todo va a estallar... No hay un momento para respirar, salvo cuando la voz saluda, agradece pide otra cerveza... Pero sí creo que hay algunos riffs que se hacen más agresivos todavía, o golpes de la batería que sobrepasan el diapasón del escenario, que retumban, todavía, en el techo del sitio. El bajo apuntalando lo que los platos van tirando a la cara del público, y la voz desgarrando ese akasha que nos pertenece a todos y nos hace ser, haciéndonos despertar con cada estribillo repleto de ironía, odio y realidad. Canciones como Esencia, Quién y Balas de fuego y de sal, por citar algunas, son himnos que nadie puede desoír, nadie puede volver a casa o seguir bebiendo sin hacer un ancla con ese mensaje que nos permita recordar por qué vamos a conciertos, tengamos la edad que tengamos.
Particularmente me quedo con Qué soy yo... tal vez apuntalado por la metafísica de las conversas paralelas que he tenido después con los integrantes. Es curioso cómo las motivaciones hacen parte de un péndulo que se agita en la vida de cada uno. La motivación del cantante (Grego) está más cercana a la guitarra (Abel), mientras que la de Darío y Víctor (bajo y batería) van por otra vertiente, igual de válida ambas, apenas se diferencian en las edades. Son husos horarios en los momentos que cada uno va llevando, que se ha servido para hacer de la banda una entidad que se va moviendo casi por inercia ante el empuje que cada uno de ellos invoca.
Yo estoy más cerca del primer tándem, con la vida medio definida a todas las cosas que ya sé que no voy a hacer, a jugarme las últimas balas sabiendo, creyendo saber, que ya tengo la puntería necesaria para que, si fallo, sea más bien una cuestión de azaroso y riguroso destino, pero no por falta de voluntad.
 Hay cosas que van más allá de armarse una banda de rock por el mero de hacer sonar en línea y coordinados a los demonios que tenemos en la cabeza, hay horas y horas de trabajo, de pensar, de hacer una estrategia para que no te coma la vida lo que va sucediendo mientras se intenta ser. No es tan complicada esta frase, esta parábola, y si no queda muy clara, dale play a cualquier canción de la banda y releelo, puede que alguna pared te haya derribado la banda, y ahora puedas ver mejor lo que se intenta.

El mensaje lo es todo, aprovechar esos momentos donde la creación es algo que no te deja opción, que te hace exprimirte por hacer lo que querés, por dormir menos, para vivir más.

Esa noche fue terriblemente fría, y terminamos en un bar de no sé qué ciudad cercana a Sevilla, bebiendo, hablando, y cantando canciones en un karaoke donde el metal no faltó y espantamos a unas cuantas señoras que se sentían atraídas por esa horda. Pasamos por un par de momentos de oscuras sinceridades y reflexiones, sopesamos gramos de melancolía con risas y pavadas... La melancolía me abrazó y, mientras miraba a la luna envolverse en el frío de la madrugada, recordé por qué me gusta tanto ser cronista de bandas de rock...
Sí, esto no es una crónica de las típicas, esto tal vez ni siquiera es un artículo, apenas un delirio relacionado con las cosas que se impregnan, que uno va manejando a medida que le caen cerca... Aprovechen, los de estas latitudes, que en octubre vuelven a Sevilla, al Speakon Rock Fest...

Salud...

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